Transcurrieron algunos años ante la mentira de que
todo iba cambiar, los emergentes dejaron que la basura se ocultara bajo la
alfombra en algunas ocasiones y que el abrir las ventanas y dejar que el aire
renueve las esperanzas hiciera en otras oportunidades que esa tierra volara y
volvieran a intentarlo.
No tenían hijos en común, algunas mascotas y muchas
mañas, de esas que se pegan con los años, pero de tan arraigadas ni se las
reconocen como tales.
A pesar de esta desalentadora introducción compartían
la vida.
No era extraño ver a Alejandra explotar y buscar el
modo de confrontar, adoraba pelear, tal vez porque sabía que en el
enfrentamiento era más fuerte más hiriente, mas avasalladora. Sin embargo, no tenía
oponente, ya que Octavio jamás respondía a la pelea, se encerraba en su enojo,
o para furia de ella la dejaba hablando sola y evitaba cruzársela.
Lo que era claro en esta pareja…era la distancia que
se estaba construyendo entre ambos. Las noches no se fundían entre brazos, ni
los besos se prolongaban hasta ver caer la ropa, las caricias jamás se confundían,
y los te amos comenzaron a extinguirse o a encriptarse en mensajes de texto…hasta
la risa que antes era moneda corriente se estaba desdibujando de a poco.
La semana, no
les daba tiempo a encontrarse frente a frente y los fines de semana comenzaron a
colocar cada uno su ladrillo, para construir la torre más alta de incoincidencias
posibles, esa torre de infelicidad que de a poco tapo las miradas y obstruyo
los abrazos.
Alejandra hablo hasta el cansancio, Octavio se calló
hasta no escucharla y un día ella regreso sin ganas de decir nada y él quiso explicar
sus motivos, pero en cambio recogió sus cosas y se marchó, no valía la pena
decir te amo, el mensaje jamás llegaría, estaban muy lejos para escucharse.
Hoy con la lluvia ella agrego el ultimo ladrillo a
la torre…” el aburrimiento”; es posible que ese pese tanto, que haga que su
infelicidad al fin se derrumbe y le deje ver qué hay del otro lado.
Samaluc 26/11/16