Por Sandra Marina Lucero
Por mucho tiempo trate de buscar el modo de salir, pero cuanto más luchaba, más me enredaba en mis propias inseguridades, en mi miedo a estar sola, en mi desesperada necesidad de aturdirme y ser feliz.
Sabía que algunas noches iba a lamentarlas, especialmente cuando me quedaba en el cuarto contemplando un techo que no se desplomaba sobre mí, pero que tampoco tenía escritas las respuestas, así que tomaba la compu y ponía algún chat de encuentros y salía. En una hora seguramente se materializaba una cita express, que terminaba en todo o en nada…y de vuelta el techo lleno de signos de preguntas se abalanzaba a la mañana siguiente.
¡Algunas veces no despertaba con mi techo, sino con otro, algún espejo de telo snob, con peceras en las paredes, o tratando de despertarme dentro de un jackuzzi…de todos modos al otro día una ola de inmensa nada me abrazaba…y oh sorpresa!!! No era feliz…
Creo que en algún punto maduré y deje de hacerlo; entonces es ahí donde me volví complicada.
Las citas dejaron de ser rápidas, había cenas, charlas, cafés, paseos, no llegaban jamás a primer base, y el beso era un ademan escurridizo que prometía todo y no daba nada…un: - te llamo dale?... que jamás era cierto y la pregunta: _ ¿Porque dejo de ser divertido? ¿Porque me resulta tan difícil estar con alguien, aunque mas no sea por placer físico?
Y es ahí en donde mi techo vuelve a llenarse de preguntas.
Crecí, eso es cierto, no envejecí sino más bien priorice cosas en mi vida, deje a mis instintos y la irresponsabilidad que me caracterizaban desparramada por mucho brazo que en realidad nunca me abrazaron, en bocas con que nos lamimos sin besarnos, nos mordimos y nos arrancamos los gritos más primitivos, sin decirnos nada…a veces ni el nombre.
Crecer, suele ser poder elegir haciéndose cargo de las elecciones, pero yo no elijo dejar de ser mujer, ni dejar de sentir, ni postergar mis más bajos instintos…solo que nadie despierta al monstruo, a la despiadada fiera, al vampiro y tantos otros adjetivos que aplicaron algunos hombres en forma jocosa.
Hoy me paro en la mitad del puente y siento que volver es imposible, porque lo que deje atrás ya está detrás mío y ya lo viví; quedarme donde estoy no me lleva a ningún lado, pero seguir, ¿Quién sigue, si sigo? ¿cuál de las dos yo?
Ante tanta filosofía la madrugada se convierte en fría y el tímido sol, comienza a colarse por las persianas, no hace calor, ya el otoño comienza a sentirse en los amaneceres, es la hora en que más ganas da de arroparse y dormir, pero yo sigo desvelada, tratando de saber si cruzo el puente. O me quedo inmovilizada contemplando desde una campana de vidrio la rosa de la Bestia hasta que caiga el ultimo pétalo y ya no haya vuelta atrás para romper el hechizo. - ¡Difícil!! Si, si, muy difícil.
Estuve tan ocupada últimamente que casi ni noté que no vivía, pero algunos sueños y estos reiterados desvelos me hicieron pensar en el tema.
Patear el tablero una vez más me produce una inmensa angustia, como a partida sin terminar, a falta de inteligencia, a darse por vencido, a fracaso y es lamentable que ese sea el motivo en realidad de no abandonar el juego, querer ganar, ni amor, ni soledad, ni empatía; nada tan generoso como eso…si solo fuera así ,las preguntas estarían respondidas : “¡Game Over! Try again…”
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