jueves, 28 de septiembre de 2017

El reflejo







Hace cuatro años que llegue del Chaco, terminé aquí mis estudios, pude ir a la universidad, fue muy difícil trabajar y estudiar en Buenos Aires; para todos aquí era la provinciana.

Mi familia no es rica, pero mi tía, que hace años que llegó, me ayudó, más otras extras que hacía dando clases de inglés y preparando alumnos logré postularme para un empleo decente.

Soy como muchos dirían una linda chica, y eso también peso en mi CV.

La multinacional para la que trabajo tiene más gerentes que empleados, y suelen ser pocos esclavos para tantos amos, pero aun así soy la secretaria y asistente personal de gerencia. ¡Quien diría que para esto curse un postgrado en economía!

Las jornadas suelen ser agotadoras, los horarios de trabajo imposibles de programar, porque siempre hay algo más y el “No”, no posee acepción en el diccionario de la empresa.

- “Detrás de ti chiquita, hay miles esperando”, suele ser la frase del fastidioso de mi jefe.

Así que agacho la cabeza, tomo las carpetas y lo sigo.

Aun peor son las reuniones en su casa, cuando su familia, más especialmente su esposa, me muestra un despliegue de desprecio. Celia es su mujer; pedante, envenenada por años de desamor, con un aparentar continuo que parece endurecer su mirada al igual que sus cirugías han borrado los gestos de su cara. No puedo calcular su edad, pero por la de sus hijos tendrá más de sesenta y cinco.

Ella se refiere a mí, como “querida”, en un tono que dista ciertamente del cariño.

Bruno Linares, mi jefe es un hombre duro, esquivo, pero no es mala persona. Tiene pocas palabras de afecto o proximidad, pero algunos gestos lo han distinguido.

Para mi cumpleaños, pago los pasajes de mis padres para que vinieran a visitarme y fue realmente una sorpresa maravillosa. Don Bruno tiene esas cosas, pero se molesta y lo incomoda si le doy un abrazo para agradecerle.

Celia en cambio no deja de hacerme notar que mi presencia le molesta, diciendo; - ¿Cómo te llamabas querida?, cada vez que me ve.

Este fin de semana hubo una fiesta en la residencia de Don Bruno, pasamos un día hermoso, con asado, juegos pileta y risas. Yo fui sola, porque realmente no tengo amigos aquí, y mi tía no se sentía cómoda con la idea.

Ese día Celia estuvo más amablemente harpía, pero no logro opacarme la tarde.

Al terminar la jornada unos compañeros se fueron con sus autos en grupos y a una chica de recursos humanos y a mí, nos llevó el chofer de Don Bruno, por su pedido.

Estaba muy quemada, el sol había sido abrazador y mi piel no estaba preparada para tanto verano.

Me duché y me recosté, el clima era intenso aun en la noche, caí rendida.

Se levanto un vendaval, esas noches en que el verano parece estallar en truenos, destruyendo la serenidad y azotando ventanas…el fresco es reparador y me deja hundirme en un sueño aún más profundo. Un portazo me sobresalta, pero vuelvo a apoyar mi cabeza en la almohada me levanto para cerrar los vidrios, temo que estallen de tanto golpearse.

Alguien me sujeta por detrás tapando mi boca, forcejeo intento morderlo. Un golpe en mi cabeza hace que me desmaye, ya no se más…despierto con un dolor inmenso, la piel me arde, de las quemaduras de sol. Algo oprime mi boca, y mis ojos están tapados, no escucho ruidos, ni se en dónde estoy, el olor es extraño, de seguro no es mi cuarto, se respira húmedo ,con un olor ferroso, es una pesadilla, hago fuerzas para despertar, pero escucho ruido y el terror se apodera de mí. Alguien coloca hielo sobre el golpe en mi cabeza, esto es extraño, sollozo, mi corazón se acelera, tengo miedo, mucho miedo. Donde estoy ¿para que? ¿Quién cura mi cabeza?, son demasiadas preguntas que no puedo hacer a nadie, la mordaza en mi boca no me permite más que gemidos. Siento que una mano se apiada y la afloja, puedo percibir su respiración cerca mía, su perfume, definitivamente se trata de un hombre ¿que quiere ¿Por qué me ataco? ¿Qué mal puedo hacerle? ¿Habrá robado mi casa? No tengo cosas de valor, apenas pago el alquiler y sobrevivo, Bs as es muy caro…mi cabeza no deja de producir preguntas a borbotones, me protegen del miedo, pero mi respiración se calma, cuando siento que acomoda el hielo y seca con una toalla mi brazo chorreado por el agua. No estaría haciendo esto si quisiera hacerme daño…por un instante me tranquilizo. Baja el pañuelo de mi boca, pero la tapa con la mano haciéndome entender que no grite, apoya un sorbete con una bebida fresca, bebo con ansias, cierro los labios y la retira. Vuelve a colocarme el pañuelo. Me ayuda a recostarme sobre un catre, percibo que se mueve, algo golpea sobre chapa, como un sonido a agua, es como si estuviera en un bote. ¿De nuevo me asalta el miedo, y si estoy en un barco? ¿si intenta venderme?, comienzo a sollozar, pero presiento que no hay nadie, se escucha una puerta rechinar y pasos que se alejan…tal vez estoy sola, pero no em atrevo a averiguarlo, la noche, el miedo el llanto el movimiento del agua me acunan y me duermo, una lluvia se desata y repiquetea como miles de martillos hasta que dejo de escucharlos…

Despierto, pero sigue siendo de noche para mí, en realidad no sé si amaneció…es difícil saberlo. Siento calor, como si la pared levantara temperatura con el paso de las horas y esto se convirtiera en una caldera. Transpiro, mi cuerpo esta sudado siento chorrear las gotas por mi cara, me adormezco por momentos, ¡necesito saber! ¿porqué yo? ¿para qué? ¿a dónde me lleva?

Pasos…ahí regresa, ojalá me de agua, estoy sedienta. Me ayuda a incorporarme y camina llevándome, abre una puerta; es otro compartimento, se siente más fresco, el grifo de la ducha embarca de fresco el lugar, con un goteo insistente. Toma mis manos, las desata, me quita la remera, con calma, sujeta mis manos a un caño, siento miedo, vergüenza, una inexplicable sensación; de estar desvalida. Quita mi ropa interior y abre la ducha, el agua me cae acariciándome, aliviando el ardor y el sofocante clima. El ruido del agua y la imposibilidad de valerme por mí misma, hacen que me orine las piernas. Siento su mano descender por mi espalda me jabona con apacible tranquilidad, recorre mis brazos mis piernas, mis pies, lava cada rincón de mi cuerpo casi con la adoración que se idolatra a una virgen. No sé a quién pertenecen esas manos, pero me inquietan a la vez que de estremecerme. Su respiración tan próxima me altera, es una mezcla de oscuro deseo y miedo.

Cierra el agua y ahora temo lo peor… ¿Por qué me bañó? ¿será el momento? ¿Me entregara a alguien, seré violada, humillada, vendida como carne?, a toda pregunta de mi mente la respuesta fue una toalla que me acariciaba con ternura, me colocó perfume, ¡un momento! ¡Ese es mi perfume! ¿cómo lo sabe? este placer de sentir mi aroma me aterroriza aún más.

Comenzó, a vestirme y me alimentó, con paciencia, sin mediar una palabra. Confiaba en él, tenía miedo a lo que no veía, a lo que no escuchaba, a lo que no sabía…pero confiaba en el…

Y así se sucedieron creo que los días, siempre venía a la misma hora, asumo que así era, porque tenía sed o hambre y él llegaba, cubría mis necesidades, no me lastimaba, mi enemigo era mi cabeza y mis pensamientos, que solo esperaban esos pasos metálicos que se acercaran, mi carcelero llegaba…y yo lo esperaba, era aterrador decírmelo así…pero así era, lo esperaba…

Un día, al bañarme, sentí que sus manos, me tocaban con mayor firmeza, hasta deseaba poder responderle ,pero creo que mi cuerpo lo hacía y él podía sentirlo…podía notar la tensión en mis músculos y el placer que me producía la cercanía de su cuerpo, corrió mi cabello empapado y respiro cerca de mí cuello, me moví hacia él atraída como un imán, sacó la mordaza de mi boca, quería preguntar algo pero cerró mis labios con los suyos ,no me interesó la respuesta a mis preguntas, olvidé todos los miedos y lo dejé recorrerme con su boca, hasta agotar cada músculo de mi cuerpo que no hacían más que agitarse y aflojarse a su antojo. Todo pasó, como la destrucción de una tormenta, sujetó mis manos a su cuello y nos convertimos en un remolino imparable que sacudía las paredes de metal ardiente de ese lugar que no conocía.

Tendidos en esa especie de catre, que conocía como mi cama desde hacía días…habló, al fin escuche su voz, y me estremeció hacerlo…ronca, varonil, pausada…hasta protectora. -Voy a ayudarte, juro que voy a ayudarte.

Me atrajo hacia él y me besó el cabello, no resistí, rompí en llanto, la mezcla de sensaciones entre impotencia, placer y deseos era tanta, que no podía equilibrar mis reacciones, a toda respuesta, besó mis lágrimas, lamió mis lágrimas, besó mi llanto y mis labios hasta convertir cada sollozo en nuevos besos…no importaba si esa era mi última noche en este mundo…no importaba, jamás había sentido de ese modo…jamás había sido tan mujer, ni tan plena…nada importaba. No había noche ni día, no había mundo, no había nada que no fuera ese ahora y ese hombre.

Al despertar, seguía a mi lado. Hablamos, no intentaría escapar, me quitaría la venda de los ojos, pero no lo vería, antes de ingresar a ese cuarto el cubriría su rostro, para protegerme y que no pudiese identificarlo. Si, eso haríamos podría ser libre dentro de ese cuarto, solo se trataba de no escapar. Acepte el trato, y así sucedió.

Al día siguiente el traía una máscara como las que usan los verdugos, nos reímos de eso con el paso de los días, conversábamos por horas, podía notar su cuerpo, su espalda, era un hombre joven y bien formado, sus manos eran de alguien que trabajaba, su espalda fuerte sus brazos también, sus venas se marcaban como ríos en sus manos…olía bien, siempre lo hacía. De a poco lo nuestro se convirtió en una cita, el lugar era una especie de cabina de embarcación, al ver por una pequeña ventana pude percatarme que estaba en el agua, debía ser un embarcadero, podía ver al frente pasar la gente por una vereda, en algunos horarios se veían muchas personas, pero no podrían verme, jamás podrían, aunque lo intentara, estaban muy lejos…y tal vez no quería salir de allí ahora…no hoy. Había arboles altos, el cielo podía verse brillante y el atardecer destellaba en mis ojos al frente de mi pequeña ventana casi lastimándolos.

Allí llegaba él, traía comida, libros, una noche hablamos del tema que evitábamos tocar… ¿Por qué estaba allí? Era claro que no quería dañarme. Y yo no sé si quería saberlo, ni se si quería que algo se modificara, aunque esto no duraría por siempre…

Yo le decía Damián, no sé cuál era su nombre, ni me convenía saberlo.

Me contó que tenía un hermano más joven que él, que apostaba, destruyendo su familia y su vida, pero que esta vez se había pasado y tuvo que ayudarlo o seguramente lo matarían, tal vez algo peor, dañarían a alguien más. Él no tenía forma de ayudarlo con una suma tan grande como la que debía, así que acepto un trabajo, encargarse de ella.

Al escuchar esto, mi sangre se convirtió en hielo, y mis ojos se clavaron en los suyos- ¿ibas a matarme ¿pregunté…adivinando de antemano la respuesta.

-¡No, no!! jamás se me cruzó por la cabeza cumplir con esa parte del trato, no soy un asesino…yo soy un laburante. Voy a buscar el modo de ayudarte, tranquila, nunca voy a lastimarte. Necesitaba ese dinero, mí hermano ya está lejos, y espero que aprenda, ahora me falta que vos estés a salvo.

-Pero ¿quién querría hacerme algo? No tengo enemigos, ni siquiera amigos…

Tranquila, dame un poco más de tiempo y voy a sacarte de acá. Miré por los agujeros negros de la máscara, dos ojos de almendra llenos de lágrimas y ternura; no resistí fundirme en sus brazos como cada noche…

Esa madrugada no se fue…prometió traerme una pequeña radio, para que no perdiera todo el contacto con el mundo. Yo sonreí, en realidad no sé si quería saber que pasaba afuera, era extrañamente feliz. Habían pasado tres semanas de aquella noche, pensé en mi tía, como estaría, seguramente asustada y preocupada por mí, en mis padres, nunca lo había pensado en estas semanas, ellos debían estar buscándome.

Cuando llegó Damián, le hablé de mi angustia, él me abrazó diciéndome, que no importaba que sucediera o como saliera todo, tenía que estar segura de que me amaba, que jamás dejaría de cuidarme, desde donde fuera. Esa noche se fue, me dejó una pequeña radio a pilas, por la mañana no llegó como siempre lo hacía, el miedo comenzó a asaltarme, después del mediodía, las noticias hablaban de mi caso, seguían buscándome, decían algo de nuevos datos, de avances en el caso, de un sospechoso, de un arresto…la sangre dejó de correr, el aire se contuvo en mis pulmones, los latidos se hacían más lentos… ¡Damián no! ¡Por dios que no sea él! Rogué por mi verdugo a todos los santos que conocía y mis lágrimas explotaban y surcaban mis mejillas sin poder controlarlas…Miré por la ventana, logré leer museo Malvinas Argentinas. No presté atención a ese hecho, la tarde estaba cayendo y de nuevo explotaba el sol en mis ojos sin dejarme ver nada. ¡Me recosté esperando los pasos metálicos en la escalinata…creo que me adormecí, el ruido de sirenas incesantes y handys me sobresaltaron, luces de patrulleros se divisaban por mi pequeña escotilla, policías, muchos policías parecían dispersarse, los pasos en la escalinata…si!!! Al fin Damián seguro se acercaba. Alguien irrumpió empuñando un arma, que ocultó de inmediato, yo rompí en llanto, aun no puedo explicar si de alegría, de miedo, de desesperación porque no era él…solo pregunte: - ¿Dónde está Damián?

-Tranquila señorita ya está salvo, la vamos a llevar a un hospital, nadie la va a lastimar.

No paré de llorar en todo el trayecto, una mujer policía me hablaba, con ternura, creo que quería reconfortarme, diciéndome que lo peor ya había pasado, que estaba a salvo, que lo superaría.

Estando en el hospital, luego de infinitos exámenes, junto a un guardia se acerca Don Bruno, con lágrimas en los ojos, me abraza: - ¡Perdón chiquita!, no sé cómo pedirte perdón; Celia no está en sus cabales, no sé cómo pudo hacer una cosa así, gracias a Dios estas a salvo. No sé cómo voy a reparar estos días de horror que habrás pasado, lo que necesites yo estaré para apoyarte, no lo dudes. Se ha abierto una causa, el secuestrador se entregó y confeso todo, por eso pudimos hallarte, pero no quiero atormentarte más.

Yo no paraba de llorar, aquel hombre duro se había quebrado para abrazarme, pero eso no era lo que provocaba mi llanto. Damián, él se había entregado, me había salvado, había cumplido su promesa. ¿Y yo? lo había perdido…

Volví a mi departamento al otro día, estoy con terapia, dicen que sufro del síndrome de Estocolmo, dicen que tengo stress postraumático, dicen que dicen, que dicen…yo digo, que a veces el reflejo del sol…es más real…si este es mi mundo real…quiero por un minuto vivir en el reflejo…cierro los ojos, y espero escuchar los pasos en la escalinata, cierro los ojos…y no quiero ver el sol…solo su reflejo desde la escotilla.



Samaluc 23/7/17












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