La cerca
Habían pasado dos otoños desde que ella había partido, el jardín
algo maltratado por la tristeza, aun conservaba las rosas, algunos geranios,
una gran enredadera y los robles que adornaban con sus copas rojas y amarillas
la tristeza de Ezequiel.
El tenia unos cuarenta y algo de años, en realidad no puedo
precisar la edad exacta porque hablaba poco y solo nos cruzábamos en el
regar de los jardines al atardecer y
algún buenas tardes ,arrancaba uno que
otro comentario de poca importancia. Aun
así era llamativa su tristeza, su mirada perdida y lánguida, encerrando
fantasmas en sus pálidos ojos grises, su
barba rojiza y desprolija no dejaba adivinar el contorno de su boca, la
misma que apresaba tantas palabras de
amor que alguna vez debe haber pronunciado.
Era misterioso, si, pero amable y educado, llevaba en
aquella casa tantos años, que se hacia parte del paisaje; solía salir a hacer sus compras muy temprano y evitaba
cruzarse con los curiosos del barrio que lo escudriñaban tratando de develar sus
morbosas intrigas.
La casa había pertenecido a su abuela, que a su vez la heredo a su madre y sus tías,
ellas a el, siendo el ultimo hasta la fecha del extraño linaje de los Almada.
Las mujeres de esa familia, tenían historias dolorosas y
terribles que algunas recorrían como
leyendas urbanas las siestas, trasmitidas a las niñas, como la historia del
hombre de la bolsa intentando con miedo,
lograr obediencia.
Nadie sabia si eran o no ciertas, pero tampoco importaba
demasiado, según quien las contara ahondaban en detalles mas o menos
escabrosos.
Comenzaremos por Manuela Almada, la joven que había llegado
a la casona por 1920.En aquellos tiempos la quinta contaba con muchas mas
hectáreas, grandes jardines regados con palmeras y hasta un pequeño lago, con el
tiempo y la urbanización fue perdiendo
terreno, pero no clase ni misterio. La señorita Manuela había estudiado en
España y regresado para casarse con un importante joven, hijo de banqueros
porteños, familias de excelente posición que habían acordado su enlace cuando los pequeños aun
jugaban en los jardines de la casa. Una joven pelirroja de ojos grises
transparentes, refinada, con rostro pálido y manos pequeñas, dulce pero con un
gran temperamento, aunque sus padres la comparaban con una pequeña hada de
cabello de fuego.
El verano que Manuela regreso ,era caluroso, agobiante se
había preparado una hermosa y elegante recepción, legiones de criados
desfilaban apurados por los hermosos jardines diseminando manteles y flores
para engalanar la casa, al atardecer un escenario iluminado para la orquesta
daba apertura con susurros de violines a la gran fiesta.
Los invitados comenzaron a llegar , un resplandeciente Ford
T sin capota, color borravino irrumpía por el sendero y dejaba ver la elegancia
de la familia Guzmán, que se acercaba con sus dos hijos, Gabriel y Ernesto, los
mellizos Guzmán los llamaban casi todos sus amigos y les era bastante difícil
distinguirlos, excepto a Gregoria ; su madre que jamás podían engañarla.
Gabriel era alegre, bromista atrevido, un muchacho muy
prometedor según sus padres, pero tremendamente mujeriego, causa por la cual
mas de un problema habían tenido sus padres, intentando reparar sus tropelías y
que no terminaran en escandalo.
En cambio Ernesto era callado, pensante, inteligente, pero
sumamente tímido; claro que igual de buen mozo que su hermano.
Su madre no dejaba de hablar de sus dos tesoros ni de
mencionar el excelente partido que serian para cualquier muchacha de la alta
sociedad porteña.
Consideraban a Manuela una preciosa joya, digna de Gabriel
y la mujer adecuada para que el muchacho al fin siente cabeza y forme una
familia respetable, continuando su linaje y poniéndose al frente de los bancos
y negocios de su padre. No era secreto para nadie que Gabriel era el preferido
de su madre.
La música sonaba y los concurrentes llegaban, el clima se
hacia cada vez mas animado, el tintinear de una copa llamo la atención de los
invitados, era el sr Almada que presentaba a los asistentes con
orgullo, a su hermosa hija Manuela, y anunciaba el compromiso de los jóvenes
que no se veían desde que eran muy pequeños.
Tomo las manos de Gabriel y Manuela, entre la incomodidad
de la muchacha, cargada de ciega obediencia y resignación y los ojos ardientes
de Gabriel, que dejaban traslucir sus incestuosos pensamientos hacia la
muchacha.
Mientras hacia el anuncio con orgullo desmedido y ante los
aplausos de los presentes, Ernesto observaba desde una mesa levantando su copa
sin quitar sus ojos de los de Manuela que devolvía esquivas sus miradas;
dándole color a sus mejillas que le
ardían al encontrarse con sus ojos.
La velada transcurría entre bailes y risas, copas y mas risas,
los hombres se agrupaban a contar historias, viajes y superficiales affaires, mientras que las muchachas ansiaban
que alguno de ellos posara su mirada en ellas y pudieran robar un baile.
Algo si era cierto, todas, absolutamente todas envidiaban
la suerte de Manuela, que se llevaría al soltero que arrancaba sus suspiros.
El calor, se hacia cada vez mas agobiante, el baile y el
atrevimiento del alcohol aumentaba la osadía de los jóvenes.
Los muchachos daban un
paseo por los jardines, allí volvieron a cruzarse, sus ojos parecían
extraviarse en sus almas, una ventisca hizo volar la chalina de Manuela,
Ernesto corrió para ataparla y la mano de Manuela y la de el se rozaron, ella
sintió que la sangre se escapaba por sus mejillas y sus labios se volvían
llamas, sus ojos se volvían cristales en los que el podía mirarse aterrado,
vibrante ante aquella mujer que encerraba la belleza y la dulzura mas perfecta,
dentro de aquella muchacha, poblada de inocencia. Se disculpo, ella agradeció,
pero el no podía oír sus palabras, solo el eco de una voz suave que hacia
vibrar su cuerpo varonil, tensando sus músculos hasta el punto de no poder
moverse de aquel lugar por miedo a que alguien notara su exaltado estado.
Manuela le rogo que la esperara allí junto a la cerca entre los rosales, el no
se atrevió siquiera a contrariarla, la joven regreso presurosa con un refresco
entre sus manos, que el bebió con la sed que
tenía su cuerpo y su alma en ese instante.
Ernesto al entregarle la copa, agradeció besando su mano
sus ojos se enredaron con los de ella, de un modo imposible de desenmarañar y sus bocas se sintieron presas
de beberse irresistibles, así llego el beso, aquel beso que cambiaria sus vidas.
Manuela corrió turbada, sin poder explicarse aquel arrebato, sin entender como
sus labios habían sido de Ernesto, quien en
meses apenas seria su cuñado, cuando aun jamás había besado a Gabriel…lo
que es peor aun ya tampoco deseaba hacerlo.
La fiesta concluyo y los invitados comenzaron a retirarse,
en las orillas del lago algunos jóvenes atrevidos buscaban los lugares mas
oscuros para robar besos de las muchachas que la noche y la bebida habían
aturdido, entre ellos estaba Gabriel quién tenia entre sus brazos, a una joven
que no parecía negarle nada..,
Ernesto lo miro y Gabriel con una risa burlona le dijo:-¡Aun
estoy soltero hermanito!!! Y continúo en lo suyo sin importarle que alguien
pudiese presenciar aquella Dantesca escena, en casa de su prometida.
Manuela se encontraba dentro del salón, lo cual tranquilizo
a Ernesto, se hubiese sentido terrible, que aquella escena grotesca insultara a
la muchacha, evidentemente; Gabriel no cambiaria y el sentía con mayor enojo
que no merecía a Manuela.
Se despidieron las familias acordando un almuerzo en el
campo de los Guzmán para la próxima semana y así acordarían los detalles de la
boda y los negocios familiares que se verían fusionados, con mayores intereses
que el amor que los muchachos pudieran o no fomentar.
Ernesto beso la mano de la muchacha, mientras que Gabriel
quiso besarla pero ella corrió su boca y le ofreció la mejilla con incomodidad,
sin dejar de notar el rouge en su camisa, al instante Ernesto lo tomo del brazo
y le dijo: Vamos hermano bebiste mucho no creo que la Srta. Manuela quiera
besar a un prometido ebrio, vamos a casa, disculpe Ud. señorita Manuela creo
que celebro demasiado; un placer haberla vuelto a ver.
La familia partió en su auto lujoso, perdiéndose entre la oscuridad
de la noche las luces hasta desaparecer, también la mirada de Manuela había
desaparecido en aquel camino, allí se iban sus hombres; el que seria su esposo
y el que seria su amor.
Dicen que Manuela se caso con Gabriel ese año a fines del verano, que aquella fiesta
fue la mas comentada por años, los novios mas hermosos y muchos también dijeron,
la novia mas triste que hubieran visto.
Los jóvenes partieron a Europa en viaje de luna de miel y
para cuando regresaron el padre de la joven había enfermado y se había
trasladado a la estancia de Córdoba, por consejo de los médicos, por lo cual la
casona seria el hogar del nuevo matrimonio.
Gabriel se hizo cargo de algunos negocios de don Almada, y
de otros de su padre, viajaba y era poco el tiempo que dedicaba a su bella y
joven esposa, quien pasaba sus horas entre libros y flores, arreglando los
rosales, especialmente aquellos que
rodeaban el cerco, donde se alzaban los robles, aquellos que habían sido
testigos mudos de un beso de amor; el único beso de amor que sus labios
habían recibido.
Luego de mantenerse alejados por mucho tiempo, Ernesto y
Manuela volvieron a encontrarse, una noche que debido a una tormenta y el
estado de ebriedad de Gabriel, le hubiese sido imposible manejar de regreso a su casa, por lo cual su hermano,
lo acompaño.
Al bajar del auto con Gabriel apoyado en su hombro, Manuela
no tuvo ojos más que para Ernesto, intento disimular su ansiedad, su pulso, su
rubor, tomando a su esposo del otro brazo para ayudarlo a recostarse en la
cama.
El cayo redondo sobre la cama, sin esbozar más que una
mueca burlona y un:- Creo que bebí demasiado preciosa.
Aquel momento que había soñado tantas veces, llego.
Volvieron a encontrarse, miraron la lluvia en silencio unos segundos desde la
galería, el fresco se hacia sentir y los arboles se agitaban, igual que sus
corazones, los sirvientes se habían acostado, tomaron una taza de te y
charlaron por horas, rieron, hasta que una lagrima cruzo los ojos de Manuela y
se derramo como la lluvia sobre sus pálidas mejillas…:-Hubiese sido maravilloso
que el fueras tu; le dijo entre
susurros.
Ernesto la tomo de la mano, cubriéndola de besos con
ternura, subió por su brazo hasta su cuello y sus bocas volvieron a juntarse,
la pasión se apodero de sus cuerpos y la razón abandono sus mentes. Se amaban y
vaya si se amaban…pero a veces el amor no es rosa como lo esperamos.
Se quedaron dormidos abrazados tendidos sobre una manta, sin
escuchar ni la tormenta, ni a Gabriel que se había levantado por una copa y
buscando a su mujer.
Los miro unos segundos, dormidos abrazados, desnudos,
incrédulo tal vez que aquello pudiera ser posible. Tomo la escopeta, arranco a
Manuela de la escena y apunto a su hermano en la cabeza, gritando todo tipo de improperios
hacia ella. Ernesto se incorporo, le arrebato a Manuela de las manos, la abrazo
queriendo protegerla, forcejearon pero Gabriel estaba tan ebrio que tropezó y
el arma se disparo entrando una bala por su mentón y explotándole la cabeza.
Los sirvientes se levantaron y vieron a los jóvenes abrazados y a al otro bañado
de sangre, en los gritos solo se escuchaba, el señor Ernesto se mato, el sr Ernesto se ha suicidado!! Y allí
Ernesto murió, para ser Gabriel.
La familia no podía afrontar un escandalo así, por lo tanto
inventaron un viaje, callaron a la servidumbre y sepultaron al joven en la
propiedad, mas precisamente en la cerca, debajo de los rosales, junto al roble,
Manuela eligió el lugar asintiendo que seguramente a el le hubiese gustado.
La pareja se mudo a Córdoba un tiempo, en donde Manuela
quedo embarazada y dio a luz una hermosa niña a quien llamaron Estela y quien
seria con los años la nueva habitante de la casa. A los pocos años nació Alma,
pequeña y enfermiza, tristemente Manuela murió al dar a luz a la niña y Ernesto
ya no volvió a sonreír, hasta dicen que
ni viendo crecer a sus hermosos soles pelirrojos volvió a ser feliz…un día
murió de tristeza, lo encontraron en su
cama tendido.
Los años pasaron y al morir su abuela volvieron a Buenos Aires;
a la vieja casona, al cuidado de un ama, las niñas crecieron, Alma muy débil y
con muchos problemas de salud, había sufrido parálisis y se veía impedida de
hacer algunas actividades por lo cual solían verla en la galería, con una
manta, observando el jardín y como su hermana correteaba entre las flores y juntaba algunas que le
obsequiaba.
Habían disfrutado pocos años de su madre y su padre solo
había sido un tierno hombre que se derrumbo cuando ella murió.
Alma era muy débil pero determinada, con carácter, en
cambio Estela se mostraba dulce, complaciente y muy alegre, era una campana que
tintineaba desde las primeras luces del alba hasta caer dormida. por las noches
conversaban con Alma de sus sueños, ella quería viajar como su madre, estudiar
en Europa y casarse con un gran amor, en cambio Almita, quería ser escritora,
tenia decenas de diarios, en los que escribía sus sueños, que entre realidad y
ficción dejaban ver sus días y noches de desvelos y la sombra de su pálido
sufrimiento. Una noche de tormenta en que las muchachas ya se habían convertido
en dos jóvenes preciosas, de desato una tormenta que duro días, azotando con
sus vientos y lluvias, dejando tendidos arboles, ramas y flores como una
alfombra de destrucción en los hermosos jardines.
Cuando aun la tormenta estaba en su esplendor, la radio
informo de la fuga de tres presos del penal, todos condenados a perpetua por múltiples
asesinatos, robos y crímenes aberrantes. El ama de llaves aseguro puertas y
ventanas y los sirvientes tomaron también sus previsiones, ya que la casa se
encontraba a pocos kilómetros del penal.
La tormenta se agudizo la crueldad del viento se hizo mayor,
algunas ventanas de la casa parecían querer explotar, una rama cayo contra la
ventana de Alma, la joven grito del susto, con dificultad se acerco a la silla
y fue a rastras hasta la misma,
intentando cerrarla, cuando unos ojos negros y penetrantes se clavaron en ella,
no falto un instante para que se abalanzara colocando la mano sobre su boca y
sacando a la muchacha por la ventana
bajo al lluvia. Se escucharon unos tiros, gritos y las suplicas de Estela, hasta que ya nada se oyó .La mañana
sorprendió al paisaje con pequeños ríos de sangre por los cuartos, los cuerpos
de los criados sin vida estela inmóvil en su cama, con el dolor de los golpes y
el vejamen de aquella espantosa noche que cambiaria su vida para siempre.
Alma no había corrido siquiera su misma mala suerte, su
cuerpo débil se hallo junto al roble, golpeada, sus ropas rotas su hermoso
rostro hinchado y sus dedos frágiles cubiertos de sangre, de haberse defendido
con fiereza.
Alma ya no respiraba, la lluvia piadosa había lavado un
poco su dolor y dejado cubiertos de flores sus cabellos y sus enormes ojos
grises miraban aun con un grito de socorro, rogando que aquel dolor al fin
culminara.
Los vecinos notaron por la mañana que los criados no salían
a recoger el desastre de la tormenta y pasados unos días la policía llego a la
propiedad, encontrándose con el desolador paisaje.
Estela aun estaba en la cama, presa de un estado catatónico,
los demás cuerpos ya en descomposición regados pro la casa y Alma ya
desfigurándose por el proceso de
putrefacción lógico de la injusta muerte que no respetaba su inigualable
belleza.
Los médicos internaron un mes casi a Estela hasta que pudo
regresar a la casa, recuperada de sus heridas físicas; nuevos criados fueron
asignados. El desastre de la casona, el horror fue parte de todas las leyendas
que circulaban en el pueblo, almas en pena, misterios apariciones, y tantas
otras cosas se hicieron parte del folklore popular.
Los médicos no hallaron la causa física a su silencio, pero
Estela ya no pronuncio palabras…nunca mas, su hermosa boca purpura solo se
abrió para volver a gritar ocho meses después cuando dio a luz un precioso niño
de ojos grises pálido como la nieve, cubierto de pecas y cabellos rojizos,
fruto de aquella terrible noche en que murió su vos. Ella bordo su nombre en un
pequeño ajuar que hizo con sus habilidosas manos: allí decía “Ezequiel” y así
se llamo aquel pequeño que lleno de risas su silencios, que pobló de juegos los
caminos de sangre que llevaban hasta la
galería, que reparo las ventanas que aquella noche dejaron salir de pero a Alma; el mismo niño que creció leyendo a su
madre que con ternura acariciaba su cabeza y lo besaba, durmiéndolo en su
regazo con la mayor de las ternuras. Cuando Ezequiel ya había cumplido 17 años
comenzó la facultad estudio psiquiatría, tal vez tratando de averiguar como curar
a su madre o tantos otros que habían sufrido traumas parecidos. El roble y los
rosales eran los lugares preferidos de Estela, que plantaba y cuidaba las
flores con denodado esmero.
Una mañana Estela no se levanto, era joven y bella, los
años y el dolor no habían podido con ello. Ezequiel fue a saludarla como todas las mañanas pero su
rostro estaba frio, se veía bella como una muñeca de fina porcelana, y así
también de helada…su corazón que tanto había sufrido y callado se había
detenido y sus labios se habían sellado para no dejar nunca salir mas gritos,
ni suplicas…al fin descasaba.
Su hijo sabiendo que la haría feliz rego sus cenizas en el
cerco, en donde los rosales que ella cuidaba con tanto esmero crecían y se enredaban
con pasión unos con otros, allí donde yacía Gabriel, donde Alma había dejado su
mirada fija, allí donde su abuela Manuela había dado su primer beso de amor,
allí descansaría…allí junto a la cerca.
Ezequiel desbastado paso días sin salir de la casa, sin
volver a su trabajo en la clínica. Pero
mas tarde o mas temprano tuvo que regresar, desde ahora estaría solo, completamente
solo, no necesitaba trabajar para vivir de hecho su familia había acumulado la
suficiente fortuna para no tenerlo que hacer por varias generaciones. La casa
ya no era la misma, se habían cedido algunos terrenos para construir una
capilla, la zona del lago ya no existía y si bien la residencia era muy amplia,
había comenzado a rodearse de casas y de pueblo.
Emprendió un viaje del cual regreso al año con Clara, una
joven que conoció en España, de cabellos negros y ojos de almendra, risueña
pero pálida, como la nieve, aun así se lo veía animado hasta me arriesgaría a
decir que feliz.
Clara tomo la posta de las damas familiares y cuido los
rosales con el mismo amor que lo hacia Estela, con besos y caricias Ezequiel
devolvió ese amor cada día, se los veía dar largos paseos al atardecer o al
comenzar el día, mientras bromeaban y reían.
Al fin la vida le daba un paréntesis de luz a su sombría vida, al fin aquella
casa volvía a ser testigo del amor.
Una tarde Clara se sentó bajo el roble mientras el le leía
un poema, se la notaba muy cansada, delgada y algo desmejorada, el había dejado
de salir y pasaba mayor tiempo a su lado,
el Dr. Gutiérrez, medico de la familia, iba y venia a diario.
Nadie preguntaba que sucedía, muchos temían que la Sra.
Clara sufriera de alguna enfermedad grave, pero el silencio era una norma elemental
de aquella casa.
Clara padecía leucemia, emprendieron un viaje, buscando
tratamientos alternativos, el dinero no era un obstáculo, a los seis meses
regresaron y Clara parecía estar mas animada y fuerte.
Se los veía abrazados bajo el roble como antes, uno de esos
días de otoño Clara le dio una carta que decía.
“Mi
amor, cuando yo me muera, no quiero que me llores a mares, te lo digo ahora
para que puedas abrazarme, besarme llenarme de mimos, decirme te amo y hacer
que mi piel se haga eco de tus dichos, hoy puedo sentir todo eso, mañana si
muero no podre hacerlo y lo que sufras será en vano.
Se
feliz te ruego, por el tiempo que sea, solo me iré primero, pero voy a
esperarte a donde vaya, porque un amor tan grande no puede terminarse aquí en
la tierra, de seguro a donde vaya, habrá lugar para los dos.
Por
favor cuida las rosas, y hazme parte de la tierra que las alimenta, para
florecer cada primavera con ellas y perfumar tus paseos y tus días. Te amo y no
importa cuanto tiempo estemos juntos, voy amarte por siempre y se que tu
también lo harás, por eso no llores cuando me vaya, llora hoy que aun puedo
enjugar tus lagrimas y sécarlas con besos, que aun puedo consolarte entre mis
brazos y callar tu llanto, ámame hoy, víveme hoy….mañana es parte del azar…del
cual nada sabemos, ni nada podemos esperar. “
Tuya
por siempre
Clara
Ezequiel entre llantos y suplicas la colmo de besos, se
amaron bajo el roble hasta que la noche los encontró tendidos; muy juntos,
Clara sentía frio, así que entraron a la casa, los días subsiguientes ella
desmejoro mucho, comenzaron a administrarle mayores dosis de medicamentos, dejo
de caminar, la debilidad no se lo permitía , así que el la cargaba hasta el
jardín como a una eterna novia y la colocaba cómodamente bajo el roble, allí le
leía poemas de amor que le escribía, con pasión, conversaban y pasaban los
días, aquellos últimos días…que no sabrían cuantos.
Una mañana de otoño Clara lo beso y cerro los ojos para
siempre, el le había cortado sus rosas preferidas, esas rosas blancas que
embriagaban de perfume la habitación y que fueron la ultima fragancia que
aspiro antes de irse.
El la lloro días, sin poder cumplir su promesa de no
hacerlo, mantuvo su carta entre sus manos y se lo veía bajo el roble consternado,
esperando que ella vuelva, aunque más no fuera un rato. Cumplió su deseo y una
mañana junto sus cenizas con la tierra y desde ese día, el cuido las rosas y
rego el jardín como hoy, que dos años después lo vuelvo a encontrar como tantas veces junto al cerco.
Si estas historias son ciertas o no, nadie lo sabe, pero
algunos aseguran que las almas de las Almada sollozan por las noches y en las
tormentas pueden oírse aun algunos ruidos extraños, estallar de escopetas,
llantos, gritos, pedidos de auxilio y sollozos y que nadie, pero nadie se
atreve a acercarse al cerco, porque las
rosas blancas de esa casa tienen las espinas mas largas que se hayan visto…pero
el perfume más hermoso.