martes, 27 de septiembre de 2016

Agujeros de gusano





Ella sabia, si, seguramente lo había visto repetir su rutina cientos de veces.

Abrir las bolsas, destapar los frascos, sacar y poner extraños envoltorios con esmero; ocultando sus valiosos tesoros de miradas sospechosas y posibles rateros, o vagos que pululan por el anden.

Ella sabia: porque casis siempre viajaba a su lado hasta Pilar, en un tren que se sacudía y te iba adormeciendo en un mecer hipnótico

Era el viejo tren, el de asientos de cuerina verde, cortejados y escritos de estaciones pintorescas y carteles de madera. Ese que hoy en su modernidad, perdió el poético encanto del viejo San Martin.

Se sentó esa mañana de Agosto en el asiento de cuatro, el vagón no estaba lleno; pero aquel personaje eligió sentarse frente a ella.

Los pequeños ojos lo escudriñaban, pero no se atrevían a mirar las bolsas. Sabía perfectamente que allí debía guardar secretos importantes, porque no se separaba de ella, ni un segundo.

La miro fijo con sus ojos ajados, vidriosos, azulados…y dijo:

-Gaspar, ¿y vos?

-Mily. (Respondió en forma automática).

Su madre la abrazo como protegiéndola de ese contacto, quien seguramente, suponía, era un vagabundo.

Gaspar, bajo en Derqui, camino unas cuadras hasta un portón verde, corrió el psador y entro.

Era obvio que allí vivía.

Pensé que era imprudente, tanta invasión y regrese a la estación, sin explicarme siquiera porque lo había seguido.

El tren llego a y continué viaje.

A la mañana siguiente el vagón volvió a poblarse de los mismos habitantes y allí estaban como todas las mañanas, Mily con su madre, Gaspar con sus tesoros y yo con mis libros.

En esta ocasión coincidimos todos en el mismo asiento; así que siguió de cerca la escena.

Mily jugaba con sus pies y sonreía mientras cantaba.

Su madre en una mezcla entre incomodidad y nerviosismo; le pedía con insistencia que dejara sus pies quietos. La niña la abrazaba unos segundos, pero antes que el tren cambiara de estación, volvían activarse sus incansables piececitos.

En una de tantas canciones, patio por accidente la bolsa de Gaspar, que estallo, desparramándose por todo el piso del tren.

Los ojos azules de aquel hombre se hicieron mares de angustia, se avanalanzo sobre miles de medias rotas, atadas, rayadas, en bollitos, azules, negras, cortas , largas; en todas sus versiones imaginables.

La niña se avergonzó y se estiro par ayudarlo, pero su madre la tironeo del brazo; diciéndole:

-¡Disculpate con el Sr!

--Perdón Gaspar, por tirar tus medias…

Cuando todos nos miramos creyendo qu el incidente había culminado, Mily agrego.

- Igual, ya no servían, porque están rotas.

Gaspar se acerco a la niña y le conto un secreto al oído, ella sonrió, ante la mirada imperativa de su madre.

Gaspar, se bajo en Derqui y nosotros seguimos hasta Pilar.

Como suele pasar los vendedores abundan en el tren, desde sahumerios, gomitas, golosinas, hasta herramientas y medias.

Este ultimo vendedor, llamo la atención de Mily.

-¡Mama, mama!!! ¿Me compras unas medias de muchos colores?

Mily, ¿para que queres mas medias? Las que tenes están nuevitas.

-Porque quiero tener como Gaspar, medias con agujeros de gusanos, Así cuando sonrió, se convierten en mariposas.

Su madre no pudo evitar sonreir, ni yo tampoco, tal vez la historia de Gaspar no era cierta, pero en ese vagón todos compramos medias de colores y de hecho, la vendedora, sonrió.



Samaluc 15/7/16

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