lunes, 26 de septiembre de 2016

Siete minutos



Las noches se estaban haciendo interminables, hacía meses que no lograba descansar, las pesadillas la despertaban empapada en un sudor frio que le calaba los huesos. Podría cambiarlo... ella sabía que esto no podía durar por siempre, en algún momento la dejaría en paz... Trataba de prolongar sus actividades, sus ojos enrojecidos no le daban tregua a la pantalla de su ordenador. Litros de café, hacían de su noche una eterna agonía, de ojos entreabiertos...no iría a la cama, esa noche no se lo permitiría. El agotamiento la dejo tendida sobre el escritorio... hasta que alguien la tomo del brazo ¡oh no, no volvería a hacerlo!
Se encontró nuevamente en la gruta, las paredes exudaban un líquido sanguinolento y el olor era asfixiante, fétido, un encadenamiento de arcadas la asaltaban mientras era conducida por la cueva. El aire comenzaba a clarearse, una refrescante brisa salada le humedecía los ojos. Al fin podía sentir el frío de la arena húmeda y las conchillas clavándose en sus pies. Podía verse la fogata en la playa y el mar reflejando imponente la luna. ¡Llegaría un poco de calma! El sonido del mar le devolvía esa tranquilidad, si se recostaba en la arena unos segundos, podía sentir como la bravura del agua se hacía mansa en sus plantas. Volvió... ¡no otra vez!... hundió sus manos frías en su ser, apretó su corazón y se lo mostró, podía ver como aún latía fuera de su pecho. No podía respirar, dolía, ¡Por favor devuélvanlo!, suplicaba entre llantos. Volvían a jugar con él, lo arrojaban sobre una fría roca, para cortarlo, el dolor se hacía intolerable, no podía sentirlo, ya no. Pedía piedad entre sollozos, ojos inquisidores a su alrededor inertes, insensibles la miraban sin ayudarla. Alguien al fin la escucho tomo el corazón y se lo entregó. Siete minutos de asfixia y volvió a latir, la llevaron a la rastra por esa caverna, el piso estaba aún más resbaladizo, quiso tomarse de una protuberancia para no caer pero la sangre se pegó en su mano. El horror volvió a apresarla. Y aquel ser horrendo la empujo, devolviéndola con un golpe sobre el escritorio. Estaba empapada, su corazón latía acelerado con el rostro cubierto de lágrimas, se dispuso a servir otra taza de café, en la pantalla eran las 3:37 apenas siete minutos, por fin había despertado, estas pesadillas iban a matarla si continuaban. Se sentía débil, agotada y con el paso de los meses había perdido el apetito, su piel estaba mustia ¿hasta cuándo?... no creía posible sobrellevar esta agonía. Tomo unos sorbos, estaba amargo, rancio, hacía varios meses q lo bebía no era posible recalentarlo más. Cayo rendida sobre la cama se negaba a cerrar los párpados, pero las fuerzas la abandonaron...sucumbió y ese ser implacable nuevamente la tomo del brazo, esta vez estaba desesperado, sediento, se acercó clavando cuchillos, tajándole la piel... ¡que espanto! , lagrimas... una última oportunidad para implorar piedad, gritó... hasta desgajar su garganta. Ese abominable ser la arrancó, golpeó su carne pálida hasta que la desesperación la dejo envuelta en una tormenta de gritos y corridas. La playa, al fin la playa, el sonido del mar, la arena estaba tibia, el dolor ceso, terminó la agonía otra vida comenzaba, tenía todo por hacer, el camino nunca era fácil y este viaje tampoco. Su nueva madre la abrazo con ternura y dijo algunas palabras que aún no comprendía, no tuvo miedo, llevaba el sonido del mar en su pecho y la arena tibia en sus brazos. Todo había terminado al fin, ya podría descansar.




Publicado en "Lo invisible" Clinica literarTa coordinada por Marita Rodríguez Cazaux y Ricardo Tejerina- editorial Dunken 2016

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