Tenía sus ojos cargados de impaciencia al salir del auto, por un
segundo lamento haber aceptado la cita.
Bajo, no lo pensó más, se dio
el último toque de perfume, acomodó su escote y tiro la moneda.
Se sentó en el bar, tomando
su celular, envió un mensaje avisando que ya había llegado…detestaba la
impuntualidad más que a las serpientes.
Pidió un café y como al
descuido, saco un espejito para retocar su maquillaje.
Ya habían pasado cinco minutos
y él aún no había aparecido.
En el bar comenzó a sonar una
banda, demasiado ruidosa para su gusto y
esto aumento su creciente mal humor.
Era momento de llamarlo…él no
respondió.
A su alrededor las caras
comenzaron a pesarle, todo allí la aburría, debía entretenerse en algo, decidió
observar gente; un pasatiempo que de vez en cuando la ocupaba, la divertía
imaginar historias sobre todos.
En la mesa, ubicada delante
de la suya, se encontraba una pareja mayor. Ella con su prolijo té con leche, él
con un café de jarrito.
Ella con un libro de Jorge
Bucay, él con un periódico en el
suplemento de deportes...
Solo cruzaban miradas y sonrisas,
de vez en cuando él tomaba su mano dulcemente y ella la apretaba unos segundos, con una caricia cómplice.
Aquella pareja inspiraba
ternura y esperanza, para cualquiera que pensara que el amor; era cosa difícil.
Por segunda vez, sus ojos
recorrieron el bar y se detuvieron en la mesa de su izquierda. Allí estaba un
joven de aspecto desgarbado que seguramente no tenía espejos en su casa, llevaba una remera roja, campera marrón y por lo poco se podía adivinar bajo la mesa,
un jean negro.
Ella pensó que esos colores
juntos eran espantosos y que algunas personas no debían permitirse esas
excentricidades.
Por suerte la banda decidió
cambiar de ritmo, el celular de su vecino de mesa, tenía un tono molesto y para
colmo sonaba a cada instante…esto también la irritaba; tal vez todo contribuía
a su impaciencia.
Realmente ya se había ensañado
con ese hombre, que a cada rato sonaba
su nariz con un gesto desagradable y ponía los papeles dentro del bolsillo de
su campera, como atesorándolos….dejo de observarlo por un momento, ese
ritual la descomponía.
Volvió la atención a su
teléfono, harta de esperar, eran los quince minutos más largos de su vida, se
paró, pago en la barra y se fue.
Al subir al auto y tomar la autopista, su
celular comenzó a explotar de mensajes:
-“¿Dónde estás?”
-“Te estoy esperando”.
_” ¡Por favor!!!!¡¡ Socorro!!!!!Mi alergia me está matando”.
-“Apurate dulce, no veo la hora de conocerte”.
-“La mujer de la mesa de al lado usa un perfume horrendo, me está
asfixiando!!!!.”
Ella detuvo el auto en la banquina para responder:
-“Estuve quince minutos en el bar y no llegaste. “
-“Soporte un asqueroso guardando paquetitos de mocos en su bolsillo je
je je...”
-“Bueno, parece que nos desencontramos, otro día será, llego a casa y
chateamos .Besos...”
Llego a su casa, corrió a la computadora, no veía la hora de chatear
con su príncipe virtual, en la pantalla la esperaba un ramo de rosas con un
mensaje que decía:” No hay mundo más perfecto, que el que se abre cuando tu luz
verde se enciende….para vos mi princesa”los ojos del corazón, decidieron cerrar
los de la realidad…Y vivieron felices para siempre….o No.
Samaluc 28/10/2015
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