lunes, 19 de septiembre de 2016

La cerca

La cerca


Habían pasado dos otoños desde que ella había partido, el jardín algo maltratado por la tristeza, aun conservaba las rosas, algunos geranios, una gran enredadera y los robles que adornaban con sus copas rojas y amarillas la tristeza de Ezequiel.
El tenia unos cuarenta y algo de años, en realidad no puedo precisar la edad exacta porque hablaba poco y solo nos cruzábamos en el regar  de los jardines al atardecer y algún buenas tardes  ,arrancaba uno que otro comentario de poca importancia.  Aun así era llamativa su tristeza, su mirada perdida y lánguida, encerrando fantasmas en sus pálidos ojos  grises, su barba rojiza y desprolija no dejaba adivinar el contorno de su boca, la misma  que apresaba tantas palabras de amor que alguna vez debe haber pronunciado.
Era misterioso, si, pero amable y educado, llevaba en aquella casa tantos años, que se hacia parte del paisaje; solía salir a  hacer sus compras muy temprano y evitaba cruzarse con los curiosos del barrio que lo escudriñaban tratando de develar sus morbosas intrigas.
La casa había pertenecido a su abuela, que  a su vez la heredo a su madre y sus tías, ellas a el, siendo el ultimo hasta la fecha del extraño linaje de los Almada.
Las mujeres de esa familia, tenían historias dolorosas y terribles que algunas  recorrían como leyendas urbanas las siestas, trasmitidas a las niñas, como la historia del hombre  de la bolsa intentando con miedo, lograr obediencia.
Nadie sabia si eran o no ciertas, pero tampoco importaba demasiado, según quien las contara ahondaban en detalles mas o menos escabrosos.
Comenzaremos por Manuela Almada, la joven que había llegado a la casona por 1920.En aquellos tiempos la quinta contaba con muchas mas hectáreas, grandes jardines regados con palmeras y hasta un pequeño lago, con el tiempo y la urbanización fue  perdiendo terreno, pero no clase ni misterio. La señorita Manuela había estudiado en España y regresado para casarse con un importante joven, hijo de banqueros porteños, familias de excelente posición que habían  acordado su enlace cuando los pequeños aun jugaban en los jardines de la casa. Una joven pelirroja de ojos grises transparentes, refinada, con rostro pálido y manos pequeñas, dulce pero con un gran temperamento, aunque sus padres la comparaban con una pequeña hada de cabello de fuego.
El verano que Manuela regreso ,era caluroso, agobiante se había preparado una hermosa y elegante recepción, legiones de criados desfilaban apurados por los hermosos jardines diseminando manteles y flores para engalanar la casa, al atardecer un escenario iluminado para la orquesta daba apertura con susurros de violines a la gran fiesta.
Los invitados comenzaron a llegar , un resplandeciente Ford T sin capota, color borravino irrumpía por el sendero y dejaba ver la elegancia de la familia Guzmán, que se acercaba con sus dos hijos, Gabriel y Ernesto, los mellizos Guzmán los llamaban casi todos sus amigos y les era bastante difícil distinguirlos, excepto a Gregoria ; su madre que jamás podían engañarla.
Gabriel era alegre, bromista atrevido, un muchacho muy prometedor según sus padres, pero tremendamente mujeriego, causa por la cual mas de un problema habían tenido sus padres, intentando reparar sus tropelías y que no terminaran en escandalo.
En cambio Ernesto era callado, pensante, inteligente, pero sumamente tímido; claro que igual de buen mozo que su hermano.
Su madre no dejaba de hablar de sus dos tesoros ni de mencionar el excelente partido que serian para cualquier muchacha de la alta sociedad porteña.
Consideraban a Manuela una preciosa joya, digna de Gabriel y la mujer adecuada para que el muchacho al fin siente cabeza y forme una familia respetable, continuando su linaje y poniéndose al frente de los bancos y negocios de su padre. No era secreto para nadie que Gabriel era el preferido de su madre.
La música sonaba y los concurrentes llegaban, el clima se hacia cada vez mas animado, el tintinear de una copa llamo la atención de los invitados, era  el sr  Almada que presentaba a los asistentes con orgullo, a su hermosa hija Manuela, y anunciaba el compromiso de los jóvenes que no se veían desde que eran muy pequeños.
Tomo las manos de Gabriel y Manuela, entre la incomodidad de la muchacha, cargada de ciega obediencia y resignación y los ojos ardientes de Gabriel, que dejaban traslucir sus incestuosos pensamientos hacia la muchacha.
Mientras hacia el anuncio con orgullo desmedido y ante los aplausos de los presentes, Ernesto observaba desde una mesa levantando su copa sin quitar sus ojos de los de Manuela que devolvía esquivas sus miradas; dándole color  a sus mejillas que le ardían al encontrarse con sus ojos.
La velada transcurría entre bailes y risas, copas y mas risas, los hombres se agrupaban a contar historias, viajes y superficiales  affaires, mientras que las muchachas ansiaban que alguno de ellos posara su mirada en ellas y pudieran robar un baile.
Algo si era cierto, todas, absolutamente todas envidiaban la suerte de Manuela, que se llevaría al soltero que arrancaba sus suspiros.
El calor, se hacia cada vez mas agobiante,  el baile y el  atrevimiento del alcohol aumentaba la osadía de los jóvenes.
Los  muchachos daban un paseo por los jardines, allí volvieron a cruzarse, sus ojos parecían extraviarse en sus almas, una ventisca hizo volar la chalina de Manuela, Ernesto corrió para ataparla y la mano de Manuela y la de el se rozaron, ella sintió que la sangre se escapaba por sus mejillas y sus labios se volvían llamas, sus ojos se volvían cristales en los que el podía mirarse aterrado, vibrante ante aquella mujer que encerraba la belleza y la dulzura mas perfecta, dentro de aquella muchacha, poblada de inocencia. Se disculpo, ella agradeció, pero el no podía oír sus palabras, solo el eco de una voz suave que hacia vibrar su cuerpo varonil, tensando sus músculos hasta el punto de no poder moverse de aquel lugar por miedo a que alguien notara su exaltado estado. Manuela le rogo que la esperara allí junto a la cerca entre los rosales, el no se atrevió siquiera a contrariarla, la joven regreso presurosa con un refresco entre sus manos, que el bebió con la sed que  tenía su cuerpo y su alma en ese instante.
Ernesto al entregarle la copa, agradeció besando su mano sus ojos se enredaron con los de ella, de un modo imposible de  desenmarañar y sus bocas se sintieron presas de beberse irresistibles, así llego el beso, aquel beso que cambiaria sus vidas. Manuela corrió turbada, sin poder explicarse aquel arrebato, sin entender como sus labios habían sido de Ernesto, quien en  meses apenas seria su cuñado, cuando aun jamás había besado a Gabriel…lo que es peor aun ya tampoco deseaba hacerlo.
La fiesta concluyo y los invitados comenzaron a retirarse, en las orillas del lago algunos jóvenes atrevidos buscaban los lugares mas oscuros para robar besos de las muchachas que la noche y la bebida habían aturdido, entre ellos estaba Gabriel quién tenia entre sus brazos, a una joven que no parecía negarle nada..,
Ernesto lo miro y Gabriel con una risa burlona le dijo:-¡Aun estoy soltero hermanito!!! Y continúo en lo suyo sin importarle que alguien pudiese presenciar aquella Dantesca escena, en casa de su prometida.
Manuela se encontraba dentro del salón, lo cual tranquilizo a Ernesto, se hubiese sentido terrible, que aquella escena grotesca insultara a la muchacha, evidentemente; Gabriel no cambiaria y el sentía con mayor enojo que no merecía a Manuela.
Se despidieron las familias acordando un almuerzo en el campo de los Guzmán para la próxima semana y así acordarían los detalles de la boda y los negocios familiares que se verían fusionados, con mayores intereses que el amor que los muchachos pudieran o no fomentar.
Ernesto beso la mano de la muchacha, mientras que Gabriel quiso besarla pero ella corrió su boca y le ofreció la mejilla con incomodidad, sin dejar de notar el rouge en su camisa, al instante Ernesto lo tomo del brazo y le dijo: Vamos hermano bebiste mucho no creo que la Srta. Manuela quiera besar a un prometido ebrio, vamos a casa, disculpe Ud. señorita Manuela creo que celebro demasiado; un placer haberla vuelto a ver.
La familia partió en su auto lujoso, perdiéndose entre la oscuridad de la noche las luces hasta desaparecer, también la mirada de Manuela había desaparecido en aquel camino, allí se iban sus hombres; el que seria su esposo y el que seria su amor.
Dicen que Manuela se caso con Gabriel ese  año a fines del verano, que aquella fiesta fue la mas comentada por años, los novios mas hermosos y muchos también dijeron, la novia mas triste que hubieran visto.
Los jóvenes partieron a Europa en viaje de luna de miel y para cuando regresaron el padre de la joven había enfermado y se había trasladado a la estancia de Córdoba, por consejo de los médicos, por lo cual la casona seria el hogar del nuevo matrimonio.
Gabriel se hizo cargo de algunos negocios de don Almada, y de otros de su padre, viajaba y era poco el tiempo que dedicaba a su bella y joven esposa, quien pasaba sus horas entre libros y flores, arreglando los rosales, especialmente  aquellos que rodeaban el cerco, donde se alzaban los robles, aquellos que habían sido testigos mudos de un beso de amor; el único beso de amor que sus labios habían  recibido.
Luego de mantenerse alejados por mucho tiempo, Ernesto y Manuela volvieron a encontrarse, una noche que debido a una tormenta y el estado de ebriedad de Gabriel, le hubiese sido imposible  manejar de regreso a su casa, por lo cual su hermano, lo acompaño.
Al bajar del auto con Gabriel apoyado en su hombro, Manuela no tuvo ojos más que para Ernesto, intento disimular su ansiedad, su pulso, su rubor, tomando a su esposo del otro brazo para ayudarlo a recostarse en la cama.
El cayo redondo sobre la cama, sin esbozar más que una mueca burlona y un:- Creo que bebí demasiado preciosa.
Aquel momento que había soñado tantas veces, llego. Volvieron a encontrarse, miraron la lluvia en silencio unos segundos desde la galería, el fresco se hacia sentir y los arboles se agitaban, igual que sus corazones, los sirvientes se habían acostado, tomaron una taza de te y charlaron por horas, rieron, hasta que una lagrima cruzo los ojos de Manuela y se derramo como la lluvia sobre sus pálidas mejillas…:-Hubiese sido maravilloso que  el fueras tu; le dijo entre susurros.
Ernesto la tomo de la mano, cubriéndola de besos con ternura, subió por su brazo hasta su cuello y sus bocas volvieron a juntarse, la pasión se apodero de sus cuerpos y la razón abandono sus mentes. Se amaban y vaya si se amaban…pero a veces el amor no es rosa como lo esperamos.
Se quedaron dormidos abrazados tendidos sobre una manta, sin escuchar ni la tormenta, ni a Gabriel que se había levantado por una copa y buscando a su mujer.
Los miro unos segundos, dormidos abrazados, desnudos, incrédulo tal vez que aquello pudiera ser posible. Tomo la escopeta, arranco a Manuela de la escena y apunto a su hermano en la cabeza, gritando todo tipo de improperios hacia ella. Ernesto se incorporo, le arrebato a Manuela de las manos, la abrazo queriendo protegerla, forcejearon pero Gabriel estaba tan ebrio que tropezó y el arma se disparo entrando una bala por su mentón y explotándole la cabeza. Los sirvientes se levantaron y vieron a los jóvenes abrazados y a al otro bañado de sangre, en los gritos solo se escuchaba, el señor Ernesto se  mato, el sr Ernesto se ha suicidado!! Y allí Ernesto murió, para ser Gabriel.
La familia no podía afrontar un escandalo así, por lo tanto inventaron un viaje, callaron a la servidumbre y sepultaron al joven en la propiedad, mas precisamente en la cerca, debajo de los rosales, junto al roble, Manuela eligió el lugar asintiendo que seguramente a  el le hubiese gustado.
La pareja se mudo a Córdoba un tiempo, en donde Manuela quedo embarazada y dio a luz una hermosa niña a quien llamaron Estela y quien seria con los años la nueva habitante de la casa. A los pocos años nació Alma, pequeña y enfermiza, tristemente Manuela murió al dar a luz a la niña y Ernesto ya no volvió a sonreír, hasta  dicen que ni viendo crecer a sus hermosos soles pelirrojos volvió a ser feliz…un día murió de tristeza, lo encontraron  en su cama tendido.
Los años pasaron y al morir su abuela volvieron a Buenos Aires; a la vieja casona, al cuidado de un ama, las niñas crecieron, Alma muy débil y con muchos problemas de salud, había sufrido parálisis y se veía impedida de hacer algunas actividades por lo cual solían verla en la galería, con una manta, observando el jardín y como su hermana correteaba  entre las flores y juntaba algunas que le obsequiaba.
Habían disfrutado pocos años de su madre y su padre solo había sido un tierno hombre que se derrumbo cuando ella murió.
Alma era muy débil pero determinada, con carácter, en cambio Estela se mostraba dulce, complaciente y muy alegre, era una campana que tintineaba desde las primeras luces del alba hasta caer dormida. por las noches conversaban con Alma de sus sueños, ella quería viajar como su madre, estudiar en Europa y casarse con un gran amor, en cambio Almita, quería ser escritora, tenia decenas de diarios, en los que escribía sus sueños, que entre realidad y ficción dejaban ver sus días y noches de desvelos y la sombra de su pálido sufrimiento. Una noche de tormenta en que las muchachas ya se habían convertido en dos jóvenes preciosas, de desato una tormenta que duro días, azotando con sus vientos y lluvias, dejando tendidos arboles, ramas y flores como una alfombra de destrucción en los hermosos jardines.
Cuando aun la tormenta estaba en su esplendor, la radio informo de la fuga de tres presos del penal, todos condenados a perpetua por múltiples asesinatos, robos y crímenes aberrantes. El ama de llaves aseguro puertas y ventanas y los sirvientes tomaron también sus previsiones, ya que la casa se encontraba  a pocos kilómetros del penal.
La tormenta se agudizo la crueldad del viento se hizo mayor, algunas ventanas de la casa parecían querer explotar, una rama cayo contra la ventana de Alma, la joven grito del susto, con dificultad se acerco a la silla y fue a  rastras hasta la misma, intentando cerrarla, cuando unos ojos negros y penetrantes se clavaron en ella, no falto un instante para que se abalanzara colocando la mano sobre su boca y sacando a  la muchacha por la ventana bajo al lluvia. Se escucharon unos tiros, gritos y las suplicas de  Estela, hasta que ya nada se oyó .La mañana sorprendió al paisaje con pequeños ríos de sangre por los cuartos, los cuerpos de los criados sin vida estela inmóvil en su cama, con el dolor de los golpes y el vejamen de aquella espantosa noche que cambiaria su vida para siempre.
Alma no había corrido siquiera su misma mala suerte, su cuerpo débil se hallo junto al roble, golpeada, sus ropas rotas su hermoso rostro hinchado y sus dedos frágiles cubiertos de sangre, de haberse defendido con fiereza.
Alma ya no respiraba, la lluvia piadosa había lavado un poco su dolor y dejado cubiertos de flores sus cabellos y sus enormes ojos grises miraban aun con un grito de socorro, rogando que aquel dolor al fin culminara.
Los vecinos notaron por la mañana que los criados no salían a recoger el desastre de la tormenta y pasados unos días la policía llego a la propiedad, encontrándose con el desolador paisaje.
Estela aun estaba en la cama, presa de un estado catatónico, los demás cuerpos ya en descomposición regados pro la casa y Alma ya desfigurándose por el proceso  de putrefacción lógico de la injusta muerte que no respetaba su inigualable belleza.
Los médicos internaron un mes casi a Estela hasta que pudo regresar a la casa, recuperada de sus heridas físicas; nuevos criados fueron asignados. El desastre de la casona, el horror fue parte de todas las leyendas que circulaban en el pueblo, almas en pena, misterios apariciones, y tantas otras cosas se hicieron parte del folklore popular.
Los médicos no hallaron la causa física a su silencio, pero Estela ya no pronuncio palabras…nunca mas, su hermosa boca purpura solo se abrió para volver a gritar ocho meses después cuando dio a luz un precioso niño de ojos grises pálido como la nieve, cubierto de pecas y cabellos rojizos, fruto de aquella terrible noche en que murió su vos. Ella bordo su nombre en un pequeño ajuar que hizo con sus habilidosas manos: allí decía “Ezequiel” y así se llamo aquel pequeño que lleno de risas su silencios, que pobló de juegos los caminos de sangre  que llevaban hasta la galería, que reparo las ventanas que aquella noche dejaron salir de pero a  Alma; el mismo niño que creció leyendo a su madre que con ternura acariciaba su cabeza y lo besaba, durmiéndolo en su regazo con la mayor de las ternuras. Cuando Ezequiel ya había cumplido 17 años comenzó la facultad estudio psiquiatría, tal vez tratando de averiguar como curar a su madre o tantos otros que habían sufrido traumas parecidos. El roble y los rosales eran los lugares preferidos de Estela, que plantaba y cuidaba las flores con denodado esmero.
Una mañana Estela no se levanto, era joven y bella, los años y el dolor no habían podido con ello. Ezequiel fue  a saludarla como todas las mañanas pero su rostro estaba frio, se veía bella como una muñeca de fina porcelana, y así también de helada…su corazón que tanto había sufrido y callado se había detenido y sus labios se habían sellado para no dejar nunca salir mas gritos, ni suplicas…al fin descasaba.
Su hijo sabiendo que la haría feliz rego sus cenizas en el cerco, en donde los rosales que ella cuidaba con tanto esmero crecían y se enredaban con pasión unos con otros, allí donde yacía Gabriel, donde Alma había dejado su mirada fija, allí donde su abuela Manuela había dado su primer beso de amor, allí descansaría…allí junto a la cerca.
Ezequiel desbastado paso días sin salir de la casa, sin volver  a su trabajo en la clínica. Pero mas tarde o mas temprano tuvo que regresar, desde ahora estaría solo, completamente solo, no necesitaba trabajar para vivir de hecho su familia había acumulado la suficiente fortuna para no tenerlo que hacer por varias generaciones. La casa ya no era la misma, se habían cedido algunos terrenos para construir una capilla, la zona del lago ya no existía y si bien la residencia era muy amplia, había comenzado a rodearse de casas y de pueblo.
Emprendió un viaje del cual regreso al año con Clara, una joven que conoció en España, de cabellos negros y ojos de almendra, risueña pero pálida, como la nieve, aun así se lo veía animado hasta me arriesgaría a decir que feliz.
Clara tomo la posta de las damas familiares y cuido los rosales con el mismo amor que lo hacia Estela, con besos y caricias Ezequiel devolvió ese amor cada día, se los veía dar largos paseos al atardecer o al comenzar el día, mientras bromeaban  y reían. Al fin la vida le daba un paréntesis de luz a su sombría vida, al fin aquella casa volvía a ser testigo del amor.
Una tarde Clara se sentó bajo el roble mientras el le leía un poema, se la notaba muy cansada, delgada y algo desmejorada, el había dejado de salir y pasaba mayor tiempo  a su lado, el Dr. Gutiérrez, medico de la familia, iba y venia a diario.
Nadie preguntaba que sucedía, muchos temían que la Sra. Clara sufriera de alguna enfermedad grave, pero el silencio era una norma elemental de aquella casa.
Clara padecía leucemia, emprendieron un viaje, buscando tratamientos alternativos, el dinero no era un obstáculo, a los seis meses regresaron y Clara parecía estar mas animada y fuerte.
Se los veía abrazados bajo el roble como antes, uno de esos días de otoño Clara le dio una carta que decía.
“Mi amor, cuando yo me muera, no quiero que me llores a mares, te lo digo ahora para que puedas abrazarme, besarme llenarme de mimos, decirme te amo y hacer que mi piel se haga eco de tus dichos, hoy puedo sentir todo eso, mañana si muero no podre hacerlo y lo que sufras será en vano.
Se feliz te ruego, por el tiempo que sea, solo me iré primero, pero voy a esperarte a donde vaya, porque un amor tan grande no puede terminarse aquí en la tierra, de seguro a donde vaya, habrá lugar para los dos.
Por favor cuida las rosas, y hazme parte de la tierra que las alimenta, para florecer cada primavera con ellas y perfumar tus paseos y tus días. Te amo y no importa cuanto tiempo estemos juntos, voy amarte por siempre y se que tu también lo harás, por eso no llores cuando me vaya, llora hoy que aun puedo enjugar tus lagrimas y sécarlas con besos, que aun puedo consolarte entre mis brazos y callar tu llanto, ámame hoy, víveme hoy….mañana es parte del azar…del cual nada sabemos, ni nada podemos esperar. “
Tuya por siempre
Clara
Ezequiel entre llantos y suplicas la colmo de besos, se amaron bajo el roble hasta que la noche los encontró tendidos; muy juntos, Clara sentía frio, así que entraron a la casa, los días subsiguientes ella desmejoro mucho, comenzaron a administrarle mayores dosis de medicamentos, dejo de caminar, la debilidad no se lo permitía , así que el la cargaba hasta el jardín como a una eterna novia y la colocaba cómodamente bajo el roble, allí le leía poemas de amor que le escribía, con pasión, conversaban y pasaban los días, aquellos últimos días…que no sabrían cuantos.
Una mañana de otoño Clara lo beso y cerro los ojos para siempre, el le había cortado sus rosas preferidas, esas rosas blancas que embriagaban de perfume la habitación y que fueron la ultima fragancia que aspiro antes de irse.
El la lloro días, sin poder cumplir su promesa de no hacerlo, mantuvo su carta entre sus manos y se lo veía bajo el roble consternado, esperando que ella vuelva, aunque más no fuera un rato. Cumplió su deseo y una mañana junto sus cenizas con la tierra y desde ese día, el cuido las rosas y rego el jardín como hoy, que dos años después lo vuelvo a  encontrar como tantas veces junto al cerco.

Si estas historias son ciertas o no, nadie lo sabe, pero algunos aseguran que las almas de las Almada sollozan por las noches y en las tormentas pueden oírse aun algunos ruidos extraños, estallar de escopetas, llantos, gritos, pedidos de auxilio y sollozos y que nadie, pero nadie se atreve a  acercarse al cerco, porque las rosas blancas de esa casa tienen las espinas mas largas que se hayan visto…pero el perfume más hermoso.

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